lunes, 6 de abril de 2020

Valor, coste y precio: La prensa como catalizadora de una responsabilidad social.

Coste y precio de un producto o servicio – iniciativa emprendedora ...
Los seres humanos tenemos una tendencia organizativa a dar valor a las cosas y a pagar por ellas dependiendo de nuestro grado de interés o necesidad. Cuando pensamos en nuestra vida lo hacemos como un valor y, en esta sociedad de mercado en la que vivimos, este punto se acentúa mucho más. Cierto es que podemos llegar a confundir el valor de nuestras propias vidas, de la propia existencia casi, si tendemos a fijar que el valor de una persona depende de su valor productivo, consumista o, sencillamente, su nivel económico. Es una tarea fundamental de nuestra época luchar contra la incubación consumista que se nos "vende" desde pequeños para convertirnos en buenos consumidores acríticos y cuya identidad pueda resultar difusa.

Por ello, es interesante, pensar que la filosofía no tiene que ir necesariamente alejada de los modelos de producción o económicos (muchos críticos posmodernos abalan este pensamiento) y resulta pues imprescindible, casi urgente, conocer las diferencias entre valor, coste y precio. Esto es debido a que, conocer dichas diferencias, nos informa de la manera que tenemos de consumir y producir en una sociedad cuyo capital se basa exclusivamente en ambas acciones (de manera un tanto reduccionista pero cierta igualmente). Y lo que no queremos es ir de un lado para otro, de forma mecánica, sin entender como funciona el mundo ni como funcionamos nosotros como personas o consumidores (¿Dónde empieza una cosa y termina la otra?). Es por ello, que trataremos de responder de la forma más concisa posible a cada uno de los tres conceptos:

-Valor: Puede ser subjetivo (a diferencia que el precio que es establecido). Se asocia con la utilidad, las emociones positivas, a valores funcionales y al dinero. Es lo que recibes a cambio de pagar un precio.

-Coste: Lo que cuesta crear la calidad, el valor de algo (precio, temáticas, intereses, profesionales, disponibilidad, utilidad social, marca, tecnología). Son los gastos realizados por una empresa para conservar, producir y comercializar bienes o servicios.

-Precio: Teniendo en cuenta la ley de la oferta y demanda, sería el coste de la producción del producto y el margen de beneficio (para qué sirve, para quienes va dirigido). Es la cantidad de dinero que se espera que un cliente pague por un bien o servicio.

Campaña pública de educación para evitar el consumismo absurdo.


Como podemos comprobar, el valor, el coste y el precio no son la misma cosa. El valor lo determina el individuo aunque, en realidad, el valor también puede ser algo a lo que una empresa se "adelante" a que el propio individuo pueda llegar a querer, a través de algún bien o servicio (o incluso, inventarse dicha necesidad), que pueda proporcionarle el ansiado valor. Por otro lado, el coste dependerá del grado con el que la empresa quiera satisfacer el valor que le darán sus potenciales compradores o clientes al pagar un precio. El precio es, por último, el dinero que se espera, y se pide, que pague el consumidor del valor para su disfrute o su utilidad. Y así gira el mundo y los billetes. 

Comprendiendo esto, en una sociedad de "macro-consumo" (como diría Lipovetsky) en la que vivimos,  podemos llegar a la conclusión de que nuestra identidad humana pueda verse forzada a una desigualdad social, cultural o económica basada en el poder adquisitivo y en la cantidad de bienes que son consumidos a diario por una persona o un grupo de personas (familias, parejas, amigos, solteros...) Todos somos target, todos consumimos y todos entendemos el valor, el coste y el precio como algo que da valor a nuestras vidas (de hecho, jugamos con estas palabras todos los días de nuestras vidas). Sin embargo, cabría preguntarse ¿Pagamos por lo que de verdad tiene un valor? La prensa jugaría un papel importante en la deshumanización que conlleva el sistema de mercados en el que vivimos y, sí, la respuesta es que hace falta más dinero para ofrecer más valor. Por ello toda esta, algo larga introducción, para comprender qué tiene valor y qué no lo tiene. Dado que el valor es subjetivo, la cuestión pasaría a ser "¿Le damos valor realmente a aquello que lo tiene o merece?"

Pacto secreto de algunos periódicos para no hablar mal del Rey ...El precio final de un periódico no cubre para nada los costes que ha supuesto producirlo (de hecho, ni de lejos). Un periódico físico gasta dos terceras partes de sus costes en impresión y distribución física mientras que el tercio restante va dirigido a la recuperación de la información, el diseño y encajar el contenido en el sistema de producción (y, por supuesto, pagar a los periodistas). Todo ello empobrece a los periodistas, que trabajan cada vez más horas y a contrarreloj cada día sin ver beneficio por su esfuerzo y motivación y, por otro lado, hace que el periódico en sí, necesite obtener ingresos de otras fuentes que no sean aquellas que vengan de el precio que pagan los lectores. Es decir, los ingresos de los periódicos suelen provenir de ayudas públicas, publicidad, pago directo por suscripción, ayudas privadas u otros derivados (véanse conferencias, cursos o eventos). Y todo esto, sin que los medios digitales cuesten nada. Es decir, la labor del periodista se está volviendo una labor mercenaria y empobrecedora, poco motivadora tanto para los ciudadanos (que acaban por "pagar" el pato con la moneda de la desinformación) como para los periodistas (que se ven obligados a estar con las manos atadas para poder sobrevivir).

Es por ello, que todos debemos preguntarnos qué valor queremos darle a nuestra información, y ese momento es ahora. La imponente presencia de la prensa digital se ha instalado con fuerza en nuestras vidas y, aunque esta última sea más barata de producir, seguimos con el problema de la independencia del medio (es decir, que no sean privados o anunciantes quienes controlan qué y de que manera consumismos unas y otras noticias). El beneficio es para todos si entendemos que las cosas valen dinero y que la prensa no es, pero podría serlo, la principal vía catalizadora de una transformación mercantil basada en la responsabilidad social, que nacería del bolsillo del ciudadano hacía el bolsillo de un medio que podría deshacerse de anunciantes para volver a ser confiable y plural. Solo entendiendo el significado de valor, haciendo un examen de conciencia personal, podremos saber donde está el valor, también el nuestro, para acabar comprendiendo que el dinero que ganamos puede ayudar a mejorar nuestras vidas en lugar de inflar una, ya de por sí saturada, pompa de falaces identidades consumistas que no nos reportarán ningún valor.

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